jueves, 26 de marzo de 2020

L’Enfer et Le Ciel (el cielo y el infierno), salida nocturna no improvisada · 1899

   Os queremos proponer una salida nocturna, ¡yaaaa!, estamos en cuarentena, ¡yaaaaaaaaa!, sabemos que no podemos salir de casa, pero habrá que tomar algo para pasar el rato. Venga, os invitamos a un lugar muy especial, pero ojo, no será un viaje corto. Nos vamos al boulevard de Clichy, en París, pero el París de la belle epoque. Preparen las maletas, pónganseme una muda limpia, ropa vintage y, sobretodo, no toquen nada al llegar, una cosa es saltarnos la cuarentena y otra causar una paradoja espacio temporal.


"Boulevard de Clichy" (1887) Vincent Van Gogh. Fuente: vangoghgallery



   Viajamos a la noche del sábado 28 de octubre de 1899, acompañaremos a tres señores de curioso bigotón, Juan y Jesús García Naveira, y un amigo de ambos, Rogelio Borondo. Ea! a perrear todo el mundo que no todos los días vive uno el fin de siècle en París.

   Los tres son los protagonistas del libro "Memorias de un viaje improvisado", donde Rogelio nos describe las numerosas ciudades y monumentos que vieron. Ya habíamos dejado constancia de ello en una ENTRADA anterior, pero la verdad es que me quedé con ganas de indagar más, sobretodo en una visita en particular. Siempre quise saber más sobre qué verían estos tres indianos, burgueses y pudientes caballeros betanceiros, en dos de los cabarets más famosos del momento. Tres hombres de bien, de misa los domingos, en pleno Montmartre, el barrio con cabarets tan famosos como el Moulin Rouge, ¡estamos en el barrio rojo parisino gente!, oh là là. ¿Qué dirían de ellos las señoronas que ahora alborotan por las terrazas del Campo de Betanzos? "¡Qué escándalo, Habrase visto tremendo descaro", pues sí señoras, toca escandalizarse un poco, cierren los ojos y apártense.

   Pero hagamos un poco de memoria, a finales del siglo XIX surgen los célebres cabarets parisinos, os dejamos un repaso visual a algunos de ellos, quizá los más célebres.

Moulin Rouge (Molino Rojo) 1889 - Abierto en la actualidad (2020)
Postal del Moulin Rouge y la Plaza Blanca. Fuente: moulinrouge.fr

Jardines del Moulin Rouge. Fuente: pinterest

Poster del Moulin Rouge (1891) Toulouse Lautrec. Fuente: wikipedia

Folies-Bergère (Casa de campo oculta por hojas (folies) -Bergère por la calle próxima de igual nombre) 1869 - Abierto en la actualidad (2020)

Postal del Folies-Bergère. Fuente: fortunapost

Poster del Folie-Bergère. Fuente: pietondeparis

"La camarera del Folie-Bergère" (1882) Edouard Manet. Fuente: lineassobrearte

Chat Noir (Gato Negro) 1881 - 1897





   No, no vamos a ir ninguno de estos lugares, lo siento, demasiado mainstream. No, no tentaremos a la suerte, encontrarnos a Tolouse Lautrec podría alargar el viaje hasta la madrugada y la resaca de absenta se lleva mal con el viaje en el tiempo. Nos vamos a poco más de 60 metros del Moulin Rouge, en la misma acera, nuestro destino: Le Café de L’Enfer y Le Cafe de Le Cieldos cafeterías temáticas y pioneras, como nuestro Pasatiempo.

Ambos cafés compartían el número 53 del Boulevard de Clichy y formaban en cierto modo una pareja de gemelos, un yin y yang.

   Es hora de ir a la fuente principal que da pie a esta entrada, sepamos qué dejó escrito Borondo:
   "Por indicación de unos amigos , fuimos aquella noche a la taberna de la gloria y a la del infierno. La entrada es gratis, pero es de obligación tomar algún licor, intomable, que cobran a un franco. la primera presenta en escenario una fantasía de ángeles que por medio de convinación (sic) de luces hacen cambiar de color los trajes que visten y otras fantasías alegóricas. La segunda, después de pasar por una especie de gruta iluminada en colores, donde hay hombres vestidos de demonio y son los que sirven los licores, se va a otro departamento que tiene escenario y una pequeña platea. El escenario, que está a oscuras, presenta al fondo un montón de leña al parecer ardiendo: entra un demonio con una muger (sic) y la coloca sobre el fuego que empieza á (sic) avivarse y consume el cuerpo de aquella mujer, cuya operación repite con varias personas; la ilusión es perfecta y bien ejecutada" [pag.19]


En las dos imágenes vemos una escena semejante a la narrada por Borondo. Un caldero con leña debajo, los demonios (camareros y músicos) tocan los instrumentos entre la serpiente y el Can Cerbero (en la mitología griega era el perro del dios Hades, un monstruo de tres cabezas en la tradición más común).

   El cielo (la gloria para Borondo) y el infierno, Le Ciel y L´Enfer, casi nada, nombres pretenciosos y prometedores. Curiosamente ambos locales estaban pegados, se rumoreaba que existía rivalidad entre ellos, pero al parecer todo formaba parte de un juego, digamos que era puro marketing, de hecho los visitantes, queriendo entrar en ambos, lo hacían dentro de una especie de excursión organizada previamente.
   Además de las palabras de Borondo, traeremos aquí otras dos fuentes, un libro y una breve descripción de Le Ciel de 1945.

      Las coincidencias poseen cierta magia, cierto encanto. Otro libro publicado en 1900 que narra un viaje realizado en 1899 por tres caballeros, Edward Cucuel (autor e ilustrador) y sus amigos, Bishop Mr. Thompkins. El escritor norteamericano, W.C.  Morow, firma el texto realizado sobre notas de Cucuel.


Bohemian Paris of to-days
   Rescato unas líneas de la introducción, creo que explican bien el fin del libro.
   Los cafés, cabarets y salones de baile aquí descritos e ilustrados tienen un encanto que las mentes sanas y equilibradas disfrutarán. Los dibujos para las ilustraciones fueron hechos de las escenas reales que representan; participan de la atractiva franqueza del texto y de su propósito de mostrar la vida bohemia en el París de hoy sin ningún esfuerzo de ocultación.
   Más adelante incluiré los fragmentos referidos al Infierno y al Cielo para ilustrar mejor lo que Borondo no quiso, o no creyó oportuno contarnos. También, dentro del apartado de le Ciel incluiré la otra descripción de la que hablaba.


Le Ciel (El Cielo) 1890´s-1950´s



    Entre la puerta y el cartel nos recibían, entre nubes y un luminoso sol, varios querubines y dos ángeles. Sus colores: blanco y azules.

   Diferentes relatos aportan ciertos matices a los primeros en el Cabaret.
   El candidato al Cielo entra en una gran sala gótica donde es guiado por los sonidos divinos de un órgano. Querubines vestidos con túnicas blancas lo invitan, agitando sus alas, a instalarse en el gran salón del banquete celestial. Luego se le entrega un cáliz, "la copa sagrada" que puede contener, según su elección, cerveza, jarabe o cerezas en brandy.
   Otros dicen que la atmósfera dentro del cabaret era proporcionada por la música de arpa, un maestro de ceremonias que interpretaba el papel de un sacerdote, y una selección de obras centradas en temas relacionados con la representación de las alegrías de la vida celestial. Seguramente el show cambiase algo durante sus varias décadas de existencia.
El reverendo.
   Dentro del restaurante, se sirvió cerveza, y los clientes fueron recibidos por ángeles tocando música, San Pedro rociando agua bendita del cielo, así como recreaciones de escenas relacionadas con el Infierno de Dante. En una parte de la sala, había un cerdo dorado gigante, rodeado de velas. Los clientes formaron una línea, mientras se acercaban a la estatua del animal, inclinándose y haciendo la señal de la cruz delante de ella.



   En el techo, aparecen ángeles, rayos iluminan la noche y las estrellas brillan para dar la ilusión de un más allá luminoso y mágico. Y cuando San Pedro indica la salida, el visitante abandona el Cielo, con un ligero arrepentimiento de no poder quedarse más tiempo.

San Pedro con las llaves del cielo.

Onésimo
Confession
   Fue considerado como un lugar de libertinaje y provocación, culpado de burlarse de la religión. No cabe duda, la provocación llevada al extremo, ni dos días dura hoy abierto un local semejante con abogados cristianos y demás aves de mal agüero acechando.

Arte y diversión · ilusiones visiones

Veamos qué nos dice el libro "París bohemio de hoy"
   El señor Thompkins pareció sorprendido, pero no respondió. En ese momento llegamos a las puertas doradas de Le Cabaret du Ciel. Estaban bañados por una fría luz azul desde arriba. Ángeles, nubes cubiertas de oro, santos, palmeras y plantas sagradas, y otra parafernalia sugestiva del acercamiento al dominio de San Pedro, llenaron todo el espacio disponible sobre la entrada. En medio de todo, se mostraba un cartel en blanco y negro, "Bock 1 Franc". Una música de iglesia dolorosa sonó dentro, y los cielos se desenrollaron como un pergamino en todo su esplendor de oropel cuando entramos a la orden de un ángel.
 
Ilustración de Edward Cucuel.
   Flotando por la habitación había muchos más ángeles, todos con túnicas blancas y sandalias en sus pies, y todos con alas de gasa que se balanceaban desde sus omóplatos y halos de latón sobre sus pelucas amarillas. Estos eran los camareros, los garçons del cielo, listos para recibir pedidos de bebidas. Uno de ellos, con la cara de un villano pesado en un melodrama y una barba de una semana, rugió sin maravillas: "¡Saludos del cielo para ustedes, hermanos! Que la felicidad eterna sea con vosotros. Que nunca se aparten de su camino dorado! Respira tu pureza sagrada y la exaltación renovadora. Prepárate para conocer a tu gran Creador, ¡y no olvides al garçon!"

Ilustración de Edward Cucuel.
   Una mesa muy larga cubierta de blanco se extendía a lo largo de toda la habitación fría, y sentados a ella, bebiendo, había decenas de candidatos para ser ángeles, mortales como nosotros. Eran hombres y mujeres, y aunque ruidosos y vivaces, no se permitían nada como el abandono de los Boul 'Mich' cafés. Los floreros dorados y los candelabros, junto con los espumosos bocks, alivian un poco la blancura mortal de la mesa. El techo era una representación impresionista de cielo azul, nubes y estrellas, y las paredes estaban hechas para representar el recinto noble y las puertas doradas del paraíso.

Ilustración de Edward Cucuel.
   "¡Hermanos, a sus órdenes! ¡Ordénenme, soy su sirviente!" gruñó un ángel feroz a nuestras espaldas, con su acento de la Villette, y su halo de bronce un poco torcido.
   El Sr. Thompkins había estado muy callado, porque era Maravilla en la carne, y tal vez había algo de angustia en su encaje, pero también había coraje. La brusquedad del asalto del ángel lo desconcertó visiblemente, no sabía qué pedir. Finalmente se decidió por un verre de Chartreuse, verde. Bishop y yo pedimos bocks.
   "¡Dos borradores brillantes de la cerveza del cielo y una estrella deslumbrante!" gritó nuestro ángel.
   "Hágase tu voluntad", fue la respuesta de una barra oculta.
   Oscurecido por grandes masas de nubes, a través de cuyos intervalos brillaban estrellas doradas, un órgano retumbaba continuamente la música sagrada, que tenía un efecto deprimente más que solemne, e incluso las corrientes de aire de la propia cerveza del cielo y el deslumbrante estrella no disiparon la penumbra.
   De repente, sin la más mínima advertencia, la cabeza de San Pedro, con bigotes y todo, apareció en un agujero en el cielo, y luego todo él emergió, incluso con sus pesadas llaves sonando en su cinturón. Miró solemnemente a la multitud en las mesas y se rascó pensativamente el ala izquierda. Detrás de una nube oscura sacó una vasija de vajilla blanca (que no era un lavabo) que contenía (aparentemente) agua bendita. Después de varios signos y pases misteriosos con sus manos huesudas, roció generosamente a los pecadores debajo con un cepillo mojado en el agua; y luego, con una bendición de despedida, se desvaneció lentamente en la niebla.

   "¿Alguna vez? ¡Bien, bien, lo declaro!" exclamó el señor Thompkins, sin aliento.
   El cortejo real del reino de los cielos ahora se estaba formando en un extremo de la habitación frente a un santuario, donde un inmenso cerdo dorado se sentó tranquilamente en sus ancas, luciendo amigable y jovial, su piel suelta y sus gordas papadas colgando en pliegues. Velas encendidas chisporroteaban sobre sus lados dorados. Mientras los participantes en el concurso, todos los agregados del lugar, formados para la procesión, se inclinaban con reverencia y se persignaron ante el enorme cerdo. Un hombre pequeño, con un vestido negro suelto y una gorra negra, evidentemente imitaba a Dante, a quien se parecía, oficiaba como maestro de ceremonias. Montó en un púlpito dorado y pronunció, en voz alta y ronca, un tedioso discurso sobre el cielo y las cosas aliadas. Se dedicó a las atracciones del cielo como un resort de verano perpetuo, una ronda ininterrumpida de placeres en variedad, donde dulces variedades de música angelical (que indica el órgano sibilante), junto con tiendas ilimitadas de la chispeante vida del cielo, en un bock de un franco, y hermosos querubines de pelo dorado, de los más finos, la gracia prestada y la perfección de la Villette al esquema.

Ilustración de Edward Cucuel.
   El desfile luego comenzó su recorrido por la sala, Dante, llevando un bastón coronado por un toro dorado, sirviendo como tambor mayor. Los músicos ángeles, tocando sagradas liras y arpas, lo siguieron a su paso, pero el órgano doloroso hizo más ruido. Detrás de los ángeles de la lira llegaron varios notables a los que Dante inmortalizó, al menos, juzgamos que estaban destinados. Los ángeles garçons cerraron el cortejo, sus alas de gasa y sus halos de latón se balanceaban de manera majestuosa mientras avanzaban.

   Los ángeles garçons ahora se acercaron y nos dieron a cada uno un boleto que nos admitía a la sala de los ángeles y a las otras delicias del cielo interior.
    "¿Eeeeereeees Iiiiingleeeeeés?" preguntó. "¿Sí? Ah, esteeee iiiinglés eeees muuuuy geneeeeeroooosoo", miró su moneda de cincuenta céntimos con un encogimiento de hombros. "¿No puedes darme un franco? Ah, sí, hace mucho frío en las salas de conciertos", señalando sus pantorrillas, que estaban envueltas en medias rosadas diáfanas. Consiguió su franco.
   Dante anunció con su voz ronca que los mortales que deseen convertirse en ángeles deben subir a la sala de los ángeles. Todos avanzaron y ascendieron por el pasillo inclinado que conducía al azul. En el extremo más alejado del pasaje se encontraba el viejo San Pedro, solemne y tembloroso, porque había corrientes de aire entre las nubes. Recogió nuestros boletos, dio la contraseña que nos admitía en los recintos interiores y se ofendió por los intentos de Bishop de arrancarle una pluma de las alas. Entramos en una habitación grande, todo glamour de oro y plata. Las paredes estaban salpicadas de pepitas ardientes, rocas de lona de colores y luces eléctricas. Nos sentamos en bancos de madera frente a una hendidura en las rocas, y esperamos.
   Pronto la cámara en la que nos sentamos se volvió completamente oscura, la hendidura ante nosotros brillaba con una tenue luz azulada. La hendidura cobró vida con un grupo de ángeles femeninos que flotaban a través del espacio etéreo limitado y nos sonreían mortales. Una de las medias de una ángel se arrugaba en las rodillas, y las alas de otra no estaban rectas; pero esto no interfirió con su vuelo, como tampoco lo hizo la posición  de las alas de todas. Pero todo fue muy fácil y elegante, cayendo en picado, volando y girando en círculos como tantas águilas grandes. Parecían descubrir algo de interés inusual en el Sr. Thompkins, porque lo escogieron para lanzarle besos. Esto lo hizo sonrojarse e inquietarse, pero una palabra de Bishop lo tranquilizó: ¡solo ocurre una vez en la vida!
   Después de que estos ángeles hubieran girado durante un tiempo, el ángel principal de la habitación de los ángeles les pidió a aquellos que desearan convertirse en ángeles que se adelantaran. Varios respondieron, entre ellos algunas de las traviesas bailarinas del Moulin Rouge. Fueron conducidos a través de una puerta oculta, y en la actualidad los vimos volar en el empíreo tan felices y serenos como si estuvieran acostumbrados a ser ángeles. Fue una maravilla ver alas tan frágiles transportadas con tanta facilidad por una joven muy fuerte del público, y su vestimenta completa no parecía hacer ninguna diferencia.

El Sr. Thompkins se había sentado en un estado de ánimo singularmente contemplativo después de que los verdaderos ángeles habían dejado de torturarlo, y nos sorprendió sin medida al responder de inmediato a una segunda llamada para aquellos que aspiraban a ser ángeles. Desapareció con otro lote del Moulin Rouge, y poco después lo vimos flotando como una aeronave. Incluso llevaba su sombrero. Sin embargo, para su disgusto, uno de los ángeles de la sala de conciertos persistió en volar frente a él y hacerle un amor violento (¿?). Esto provocó tumultuosos aplausos y risas, que completaron la miseria del Sr. Thompkins. En esta coyuntura, la hendidura azul se oscureció, la sala del ángel estalló en luz, y pronto el Sr. Thompkins se unió a nosotros.
   Cuando salimos al pasillo, el Padre Tiempo se quedó parado con largos bigotes y guadaña, nos saludó con profundas reverencias y prometió que su guadaña nos perdonaría durante muchos años felices si dejáramos caer en su reloj de arena.
   No hubo conversación entre nosotros cuando salimos al bulevar, porque el Sr. Thompkins estaba en un estado de ánimo retrospectivo. Bishop aprovechó la oportunidad para llevarnos por el Boulevard Clichy hasta Place Pigalle. Al acercarnos al lugar, vimos en el lado opuesto de la calle dos parpadeantes linternas de hierro que arrojaban una luz verde espantosa sobre las persianas negras del edificio y atrapaban los rostros de los transeúntes con rayos enfermizos que tomaban sacaron toda la vida y los transformaron en la apariencia de cadáveres. En la parte superior de la entrada negra cerrada había grandes letras blancas, que decían simplemente: "Cafe du Néant"

53, Boulevard de Clichy
El Cielo
Cabaret artístico
París Montmarte
Abierto todas las tardes desde las 20:30 (espectáculo permanente)
Visiones, ilusiones, música, atracciones artística & inéditas.
Primer espectáculo
Predica humorística - Las glorias
Sueños de monjes (escenas paradisiacas)

Segundo espectáculo en el primer piso
Visiones antena - Celeste acrobático

Acabamos con el cielo con la detallada descripción de Trevor Greenwood, un militar británico aficando en París en 1945. Si el anterior relato sólo mostraba cierta disconformidad con ciertos elementos del atrezzo, en esa ocasión vemos a un visitante que poco o nada esconde los defectos del Cielo.

Y cuando crucé esa pequeña puerta ... bueno ... no podía creer lo que veía. Nos encontramos en una habitación del tamaño de nuestra sala y comedor combinados ... ¡pero qué habitación! En el centro, longitudinalmente , había una larga mesa cubierta con una tela blanca ... y muchos ceniceros: alrededor de la larga mesa había asientos, algunos ya ocupados por yanquis desconcertados: supongo que habría unos treinta asientos en total. La habitación era una pequeña estancia de unos ocho pies cuadrados... presumiblemente ocultaba un escenario de algún tipo ... ¡¡Y la habitación en sí misma !! Podría haber sido un templo para las siniestras actuaciones de magia negra o algo así. Las paredes estaban cubiertas de imitaciones baratas de objetos religiosos A un lado, había un 'bulto' que parecía representar un púlpito: a un lado de la habitación había una figura de tamaño real de un cerdo sentado sobre sus patas, nos empujaba con su hocico. Una gran campana suspendida de una viga de imitación... era una campana de madera. Cerca había el mástil de una bandera con una efigie plateada de un toro montado en la parte superior... Todo el lugar apestaba, era algo siniestro... y el efecto general era la esencia misma de la cursilería.

L'Enfer (El Infierno) 1890 - 1952

   Se puede considerar uno de los primeros bares temáticos y su fachada simulaba la entrada del Infierno, sus colores: rojos y negros.

   En la puerta había un hombre disfrazado de Mephisto que recibía a la gente gritando: "¡Ah, veo que siguen llegando almas que arderán en el infierno! ¡Pasad, condenados, pasad!"
   En su interior las camareras también iban disfrazadas como demonios y aullaban: "Tres cafés hirviendo con una pizca de azufre para la mesa de 666".
   El local tenía aspecto de cueva y en su techo y paredes había figuras que simulaban las almas atormentadas eternamente en el Infierno. 

   Los conducía hasta las mesas a través de la sala principal, decorada con figuras espantosas en relieve, pasando por delante de un enorme caldero en el cual se "cocinaba en el averno" alguno de los seis músicos que ejecutaban melodías de la ópera de Fasuto de Gounod.

La importancia de las tarjetas postales para conocer el Pasatiempo y lugares como estos cabarets, es innegable.
   Una vez instalados ante sus mesas -todas pintadas de rojo-, los clientes eran atendidos por mozos disfrazados de diablos, que no evidenciaban la menor amabilidad ni mucho menos signos de cortesía, y que sin permitirse esbozar sonrisa alguna siquiera; tomaban los pedidos de bebidas, a los gritos, los ordenaban al bar: "¡Marche un vaso de pecado rebosante de azufre!".
   Seguidamente, los mozos llevaban a las mesas los tragos, cafés o lo que que fuera que se les haya solicitado, y sin prolegómenos de ninguna clase, le presentaban la cuenta al parroquiano y en tono conminatorio le exigían el inmediato pago de la misma. Mientras tanto, Mephisto andaba de recorrida por entre las mesas y ante cada una de ellas se detenía a humillar al cliente y a notificarle los castigos y suplicios que le aguardaban.
   Así, por ejemplo, si se trataba de una pareja, se dirigía primero a la dama: "¡Ah, maldita bruja! ¿A? cuántos hombres habrás condenado al tormento por la eternidad con el hechizo de esa boca tentadora que tienes?". Y volviéndose a su acompañante, le espetaba: "¡Y tú, necio, pagarás la idiotez de haber sucumbido a las zalamerías de esa desvergonzada! ¡Sufrirás las horribles torturas que un tonto se merece!" Y si se trataba de un hombre solo, se dirigía a él con fingido tono amable: "Agradezco el honor de su visita, señor. Usted quería evitarme, pero yo hubiera echado de menos su estimadísima presencia. Aquí, con tofos estos pecadores, estará usted en perfecta compañía y pagará eternamente por sus faltas y crímenes"

El caballero es Mefistófeles (también llamado Mefisto y otras variantes) es un demonio del folclore alemán. Mefistófeles es comúnmente considerado como un subordinado de Satanás encargado de capturar almas, incluso puede tomarse como un ser semejante a Satanás. Además tenemos las llamas, abajo a la izquierda el cancerbero con sus tres cabezas, por último las serpientes dando forma a la tipografía, todo infierno 100%, infierno del bueno.

Mephisto recibía a los clientes y también los despedía. Él remataba abruptamente el show, prometiendo un nuevo espectáculo llevaba a la gente a otra sala, los empujaba hacia una nueva puerta que les llevaba al exterior con un: "¡E, al horno con todos vosotros, miserables pecadores".

LÉnfer (Hell)
Cabaret único en el mundo
Todas las tardes de 20:30 a 2:00 de la madrugada.
Atracciones diabólicas
Suplicio de los malditos
Ronda de los malditos
El caldero
La metamorfosis de los malditos
etc etc
El espectáculo, la bock y el Souvenir 1 Franco con 25 céntimos
Jarabes y licores 0,50 francos a mayores
A. Alexander, Director - Administrador.

   Veamos para acabar, qué nos dice el libro "Paris bohemio de hoy", indicar que ellos no hicieron la misma "ruta" que Juan, Jesús y Rogelio, los gallegos visitaron primero Le Ciel y luego el L´Enfer, en este caso intercalaron la visita al Cabaret de la Mort, por ello debemos de tener en cuenta las referencias que hacen a que vienen de "la muerte".
"Ahora", comentó en voz baja Bishop, "habiendo pasado por la muerte, exploraremos el infierno".
   El señor Thompkins parecía demasiado débil, poco resistente o apático para protestar. Su rostro traicionaba una extraña mezcla de emociones, en parte sufrimiento, en parte repulsión, en parte una especie de ansia desesperada por más.
   Pasamos por una boca grande, horrible, colmada, abierta, una cara enorme de la que brillaban los ojos de color carmesí ardiente. Curiosamente, colindaba con el cielo, cuyas frías luces azules contrastaban notablemente con la feroz grosería del infierno. Barras al rojo vivo y rejillas a través de las cuales brillaban carbones en llamas aparecieron en las paredes dentro de la boca roja. Una pancarta anunciaba que si la temperatura de este infierno provocaba sed, se podrían tener innumerables cantidades a sesenta y cinco céntimos cada una. Un pequeño diablillo rojo guardaba la garganta del monstruo en cuya boca habíamos caminado; estaba cortando alcaparras extraordinarias e hizo una gran demostración de agitar los fuegos. El diablillo rojo abrió la puerta de imitación de metal pesado para nuestro paso al interior, llorando: "¡Ah, ah, ah! ¡Todavía vienen! ¡Oh, cómo se asarán!" Luego miró intensamente al señor Thompkins. Fue interesante notar cómo ese caballero siempre fue señalado por estos astutos estudiantes de la humanidad. Este en particular agregó con gran entusiasmo, mientras estudiaba por poco al Sr. Thompkins, "¡Chist! Eh, cachorros infernales; agitad bien las brasas y calentad los aguijones, ¡porque aquí es donde nos vengamos de la santidad terrenal!"
   "Entra y maldita sea, ¡el Maligno te espera!" gruñó un coro de voces ásperas mientras dudamos antes de que la escena nos confrontara.
   Cerca de nosotros estaba suspendido un caldero sobre un fuego, y saltando dentro de él había media docena de demonios tocando y bailando, hombres y mujeres, tocando una selección de "Fausto" en instrumentos de cuerda, mientras los duendes rojos esperaban, pinchando con hierros al rojo vivo. quien se retrasó en su desempeño.
   Las grietas en las paredes de esta habitación corrían con corrientes de oro y plata fundidas, y aquí y allá había cavernas iluminadas por fuegos humeantes de los que salía humo espeso y vapores que emitían los olores de un volcán. Las llamas explotarían repentinamente de las hendiduras en las rocas, y el trueno atravesó las cavernas. Ips rojos estaban por todas partes, corriendo sin hacer ruido, algunos llevando bebidas para las almas perdidas sedientas, otros revolviendo los fuegos o dando volteretas. Todo estaba en un alto estado de movimiento.
   Numerosas mesas rojas se alzaban contra las paredes ardientes; en estos se sentaron los visitantes. El señor Thompkins se sentó en uno de ellos. Instantáneamente se iluminó con una luz misteriosa, que se encendió y desapareció de manera errática; Las llamas salieron disparadas de las paredes, los fuegos crepitaron y rugieron. Uno de los diablillos vino a tomar nuestro pedido; tres cafés, negros, con coñac; y gritó la orden así:
   "¡Tres parachoques hirviendo de pecados fundidos, con una pizca de intensificador de azufre!" Luego, cuando lo había traído, "esto sazonará sus intestinos y los hará invulnerables, al menos por un tiempo, a las torturas del hierro derretido que pronto se derramará por sus gargantas". Las gafas brillaban con una luz fosforescente. "Tres francos setenta y cinco, por favor, sin contarme. Que sean cuatro francos. Muchas gracias. Recuerda que aunque el infierno está caliente, hay bebidas frías si quereis".
   En ese momento, el propio Satanás entró en la caverna, hermoso con su túnica imperial de color rojo, adornado con brillantes joyas, y blandiendo una espada de la que brillaba el fuego. Sus bigotes negros estaban encerados en puntas afiladas, y se volvieron descaradamente hacia arriba por encima de los labios sobre los cuales apareció una sonrisa burlona. Así se burló de los recién llegados en su dominio. Su apariencia le dio un nuevo entusiasmo a la actividad de los diablillos y músicos, y todos se encogieron bajo su mirada. De repente se echó a reír a carcajadas que le dio a uno una sensación espeluznante. Se sacudió a través de la caverna con un efecto sorprendente mientras avanzaba de un lado a otro. Fue una risa triunfante, cruel y despiadada. De repente, se detuvo frente a una joven parisina recatada sentada en una mesa con su escolta y, mirándola intensamente, interrumpió este discurso:


   "¡Ah, tú! ¿Por qué tiemblas? ¿Cuántos hombres has enviado a la condenación con esos hermosos ojos, esos labios rosados ​​y tentadores? Ah, por todo eso, has encontrado un infierno suficiente en la tierra. Pero tú" añadió, volviéndose ferozmente hacia su escolta, "tendrás las mejores y más exquisitas torturas que esperan a los condenados. ¿Por qué? Por ser un tonto. Es una locura más que el crimen lo que castiga el infierno, porque el crimen es una enfermedad y la locura un pecado, tonto, pues, colgando así de la mirada bruja y las aceitosas palabras de una mujer, has llenado todo el infierno de combustible para tu asado, sufrirás torturas como las que invita el tonto, tales torturas solo como adecuadas para castigar la locura. Prepárese para lo inconcebible, lo inimaginable, las cosas que incluso el rey del infierno no se atreve a mencionar para que no se tambalee y se desmorone toda la estructura de la condenación ".
   El hombre hizo una mueca, y las arrugas extrañas llegaron a las comisuras de su boca. Entonces Satanás descubrió al Sr. Thompkins, quien se encogió visiblemente bajo la mirada abrasadora. Satanás hizo una reverencia burlona.
   "Me hace un gran honor, señor", declaró, zalameramente. "¡Es posible que esperaras evitarme, pero reflexiona sobre lo que te habrías perdido! Tenemos muchos notables aquí, y tendrás una sociedad encantadora. No incluyen carteristas y ladrones, ni ningún otro de los débiles, atrofiados, lisiados, y deteniéndose. Encontrará que la mayoría de sus compañeros son distinguidos caballeros de aprendizaje y habilidad, quienes, al conocer su deber, no lo cumplieron. Estará en excelente compañía, señor ", concluyó, con otra reverencia baja. Luego, repentinamente girando y barriendo la habitación con un gesto, ordenó: "¡A la habitación caliente, todos ustedes!" mientras él balanceaba su espada, de la cual los relámpagos se arrastraron y los truenos retumbaron.
Nos condujeron al final de un pasaje, donde una puerta de hierro al rojo vivo impedía un mayor progreso.
"¡Oh, oh, ahí dentro!" rugió Satanás. "¡Abre el portal de la cámara caliente, para que estos recién llegados puedan ser introducidos a la temperatura real del infierno!"

   Después de numerosas señales y pases misteriosos, la puerta se abrió y entramos. No hacía tanto calor después de todo. La cámara se parecía a la otra, excepto que un pequeño escenario ocupaba un extremo. Una gran serpiente verde se arrastró sobre esto, y de repente se transformó en un demonio rojo con patas extremadamente largas y delgadas, envueltas en medias que estaban rasgadas en algunos lugares. Dio algunas hazañas maravillosas de contorsión. Un pobre y pequeño Pierrot blanco entró y ayudó al diablo rojo en representaciones de arte negro. En este momento descubrimos que, a pesar de la condición medio fundida de las paredes de roca, la habitación estaba desagradablemente fría. Y eso terminó nuestra experiencia en el infierno. 


 ***

   Pero no eran estos cafés temáticos una excepción, muchos otros iluminaban las noches de la ciudad de la luz. Os dejo a continuación algunos ejemplos.

Cabaret de la Mort (Cabaret de la Muerte al menos hasta 1899)
Cabaret du Néant (Cabaret de la Nada)
1892-...


Cabaret de la nada
Paris Montmartre
nº 891
Una entrada a la muerte


   El cabaret de la Muerte era un local con espectáculo, establecido en París en 1892 y que provenía de Bruselas, donde nació.
   Formaba parte de una corriente de la época, el cabaret filosófico, y junto al Cabaret del Cielo y el Cabaret del Infierno (estaba justo frente a ambos, en la acera opuesta), formaban un trío que se podía visitar como si se tratase de partes de un todo. Al parecer los tres pudieron abrir al mismo tiempo y tener relación legal/empresarial. De Cabaret de la Muerte pasó a llamarse Cabaret de la Nada, ya que este nombre hacía menos tétrico y más atractiva la visita.

   Al traspasar la puerta, un olor a cera, flores de velatorio y tierra húmeda, acompañados de gritos destemplados y plegarias nos daba la bienvenida. A través de un estrecho pasillo oscuro, tapizado con figuras mortuorias, huesos, cruces, lápidas, guadañas y féretros entreabiertos los visitantes eran conducidos por un enterrador hasta una gran sala, la cual, iluminada con una luz mortecina, nos dejaba ver una sala llena de ataúdes que servían de mesa, todo esto ambientado por sonidos de llantos y quejidos. En el reloj, sonaban las 12. Los camareros, vestidos como enterradores,​ indicaban a los clientes que tomaran "bières", una palabra que significa tanto cerveza como ataúd ("bier") en francés. En la "Salle d'Intoxication" (Sala de intoxicación). La sala exhibía lámparas de araña hechas de huesos humanos, los clientes bebían bebidas alcohólicas servidas en copas en forma de cráneos humanos, mientras se sentaban en mesas con forma de ataúd. La retranca aparecía en uno de los carteles que adornaban sus paredes: TO BE OR NOT TO BE.
      El enterrador, vestido de frac, entregaba a cada uno de los visitantes un cirio a los que le dedicaba siempre unas palabras “a ti, gusano de tierra”, “a ti, moribundo en vida”, ”a ti, espectro viviente".
   Entonces, el enterrador se dirigía a los allí presentes de manera ceremoniosa “Hombres y mujeres que pronto habéis de dejar este mundo de vicios, ¿qué tomáis para apaciguar vuestra sed de placer?”
   Una voz también dice “¡Señores y señoras, si quieren pueden hacer su testamento. Morirán cualquier día, hoy de un ataque al corazón, mañana pueden estar sus parientes velándoles…Sí, moriréis, moriréis aunque no sea vuestro deseo, os separaréis de vuestros seres queridos, las madres de los hijos, los hermanos de las hermanas, los novios de las novias…”


   Quien dice todo esto es el sacerdote, ataviado con una sotana negra y de cara pálida y ojos hundidos.
Sala de intoxicación.

   Los presentadores mostraban pinturas de personas que se transformaban en esqueletos. 
   El monje también conducía a los clientes a otra habitación donde un voluntario era invitado a participar en un truco de magia, lo hacían entrar en un ataúd, era envuelto en una sábana blanca, y aparentemente se transformaba en un esqueleto para luego regresar de nuevo a su forma humana.


Bóveda de los muertos.

   La decoración del cabaret estaba llena de esqueletos y cadáveres. Los fantasmas entraban en las habitaciones del cabaret. Era un lugar que brindaba entretenimiento a los clientes, pero al mismo tiempo su ambiente gótico podía causarles preocupación y angustia.
En la cámara de la muerte.

Ilustraciones de Edward Cucuel.

Grand-Guignol (Gran Guiñol) 1897-1962






   Se trataba de una antigua capilla de aspecto gótico, cuando abrías las puertas te encontrabas un modesto teatro de 293 asientos, con dos grandes ángeles sonriéndote, mientras cuatro o cinco asesinatos "se cometían" debajo de sus narices todas las noches. Esta fue la casa del infame Le Théâtre du Grand-Guignol. Abrió sus puertas por primera vez en 1897, este pequeño y misterioso teatro se hizo conocido por sus escandalosas comedias sexuales, y más aún por sus horribles y violentas obras de terror. Traduciendo literalmente a "The Big Puppet Show". Partiendo de una vieja capilla en un barrio de mala muerte de París se convirtió en el más subversivo de los teatros franceses. Usaron la arquitectura y la ubicación a su favor, y contó historias sobre personas a menudo olvidadas por el resto de la sociedad. Las prostitutas, los delincuentes y los vagabundos eran a menudo el tema de sus obras y jugaban casi exclusivamente con los males humanos y con las desviaciones de lo sobrenatural.
Fuente: screamfestla

Café du Bagne (Café de lo Penal) 1885-1886


   Aguafuerte de Félix Buhot (1885) Place des Martyrs y Taverne du Bagne. Fuente: armstrongfineart
La taberna fue inaugurada en 1885 por un promotor de teatro y dueño de un café que había regresado cinco años antes del exilio. Los clientes eran atendidos por "reclusos" que llevaban la clásica esfera de metal encadenada al pie, la cerveza también se sirvió en bolas huecas y los clientes recibían un certificado de liberación al salir de la taberna.


Fuentes:

No hay comentarios:

Publicar un comentario